Una pareja disímil: Sanidad Vegetal e Inocuidad

Abril 20, 2020|Opinión|

Rodrigo Astete 1Por Rodrigo Astete, Jefe de la División Protección Agrícola y Forestal del SAG

Chile, en materia fitosanitaria y de inocuidad, se ubica entre los países con altos estándares a nivel mundial. Esto nos ha permitido llegar con nuestras exportaciones agrícolas y forestales a más de 140 países del mundo gozando de un reconocido prestigio fitosanitario, tanto por las condiciones geográficas que dificultan la llegada de nuevas plagas por sus propios medios, como también por el cuidado que se ejerce de nuestro patrimonio fitosanitario a través de los sistemas de vigilancia y control que realiza el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG).

Sin embargo, producto de la economía de un país abierto al mundo, la presión de ingreso de nuevas plagas al territorio nacional es cada vez mayor, ya sea a través de los medios de transporte o de mercancías importadas. Ejemplos de ello hay muchos durante los últimos años, como son el ingreso de chinches y la presión actual de la polilla gitana.

Paralelamente, se atribuye al cambio climático y a modificaciones en los sistemas productivos de cultivos tradicionales, la reemergencia de problemas fitosanitarios a nivel nacional que favorecen su patogenicidad, como es el caso del nematodo dorado (Globodera rostochiensis y G. pallida) y la marchitez bacteriana (Ralstonia solanacearum) en el cultivo de la papa en el sur del país.

En el área de control de plagas, el SAG ha presentado logros significativos como la erradicación de la mosca del mediterráneo y el control de importantes plagas cuarentenarias, tales como la polilla del racimo de la vid (Lobesia botrana), por mencionar algunas.

Esta realidad descrita, sumada a los cambios detectados en la forma en que se comportan las plagas, conlleva una fuerte presión por el aumento en el uso de plaguicidas que permita mantenerlas por debajo del umbral de daño económico y cuarentenario. No obstante, existe abundante evidencia científica acerca de los diferentes efectos adversos sobre el medio ambiente y la salud de las personas debido a un uso indiscriminado, manipulación inadecuada o por el consumo de alimentos tratados con plaguicidas. La industria agroquímica enfrenta el continuo reto de desarrollar productos que sean efectivos, pero que además tengan atributos tales como baja toxicidad, menor residualidad, sean selectivos en su acción y tengan bajo impacto en el medio ambiente. Es así como hoy en día muchas empresas de plaguicidas han comenzado a desarrollar la línea de plaguicidas biológicos u orgánicos.

Como SAG se nos presenta un desafío no menor: conjugar la protección, mantención y mejoraramiento de la fitosanidad de nuestra agricultura, pero también cumplir con las exigencias de los mercados de destino que no sólo demandan productos vegetales libres de plagas cuarentenarias, sino que además buscan prevenir riesgos para los seres humanos y minimizar impactos en el medio ambiente por el uso de agroquímicos.

Considerando ambas variables, podemos concluir que para tener éxito y darles confianza a nuestros mercados de destino, los desafíos van en la línea de generar soluciones efectivas y eficientes que permitan a los productores mejorar su productividad y competitividad, protegerse de plagas con un uso eficiente y racional de agroquímicos -facilitando el acceso a los mercados- pero que a su vez sean productos inocuos para las personas.

Los Límites Máximos de Residuos (LMR) están siendo más restrictivos en muchos países importadores, con constantes actualizaciones, como lo realizan por ejemplo la UE, China, Corea de Sur y Rusia, entre otros, pudiendo eso traducirse en una barrera comercial para las exportaciones chilenas de productos vegetales frescos e industrializados.

Para dar sustentabilidad a la actividad, los agricultores han debido avanzar en la implementación de programas de manejo integrado de plagas, los que incluyen prácticas tales como el uso racional de plaguicidas, control biológico (uso de enemigos naturales), monitoreo de plagas y el control cultural, entre otros. Así y todo, en el caso de los agricultores de cultivos menores, a menudo se ven enfrentados a cuestiones difíciles por falta de acceso a sustancias químicas para sus cultivos, lo cual hace necesario que se analicen detenidamente esas materias con el fin de lograr soluciones prácticas y eficaces.

Un camino que puede facilitar el comercio de productos vegetales seguros tanto fitosanitariamente como inocuos para la población, está en desarrollar medidas fitosanitarias equivalentes al uso de tratamientos químicos contra las plagas, y que son los llamados Enfoque de Sistemas (System approach). A nivel internacional, la Convención Internacional de Protección Fitosanitaria de la FAO (CIPF) lo tiene considerado en sus normas internacionales (NIMF) establecidas como una medida fitosanitaria alternativa.

Los enfoques de sistemas permiten considerar los procedimientos anteriores y posteriores a la cosecha que pudieran contribuir a un manejo eficaz del riesgo de plagas. Numerosas prácticas de manejo de plagas dirigidas a reducir el riesgo de su presencia en todo el proceso de producción, desde la plantación hasta la cosecha, pueden integrarse en un enfoque de sistemas. En la NIMF 14 se proporcionan directrices para la elaboración y evaluación de medidas integradas en un enfoque de sistemas como una opción para el manejo del riesgo de plagas distinta a los tratamientos fitosanitarios o a los tratamientos cuarentenarios de fumigación.

Por ejemplo, la Organización Nacional de Protección Fitosanitaria (ONPF) del país importador podrá considerar el uso de variedades resistentes como una medida fitosanitaria apropiada en el marco de un enfoque de sistemas o áreas de baja prevalencia de plagas, de conformidad con la NIMF 22. Estas medidas podrán emplearse solas o combinadas con otras en el marco de un enfoque de sistemas (NIMF 14).

A medida que se ha avanzado en el conocimiento científico y en las nuevas técnicas de aplicación y determinación de plaguicidas, se han ido redactando nuevas normativas que modifican los reglamentos, como es el caso de la publicación de la resolución de autorización de plaguicidas microbianos (Res. SAG 9074 de diciembre de 2018).

El uso de plaguicidas representa una valiosa herramienta para los productores hortofrutícolas al mejorar el rendimiento y calidad de sus cosechas. También ellos se están adaptando a los cambios haciendo un uso adecuado de los productos fitosanitarios, adoptando los requisitos de calidad de las diferentes normas, tanto legales como de certificación de calidad, dando así respuesta a las demandas de los consumidores. Pero como profesionales del agro debemos plantearnos la necesidad de trabajar en una lógica distinta, con nuevas herramientas que nos permitan poder conciliar esta relación compleja entre inocuidad y sanidad.

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