En pleno Tabalí se cosecha la que ha sido la cereza más temprana del país. Esta zona tiene la peculiar característica que desde flor a cosecha solo pasan 60 días. Bajo esa condición, el gerente de producción de Valle Arriba SpA, Jorge Astudillo Gálvez, ha ido testeando una serie de manejos que le han permitido conseguir el objetivo de cosechar en torno al 20 de octubre.
Por Miguel Patiño y Rodrigo Pizarro
Mirando al sur. Cuando se instalaron los primeros huertos comerciales de cerezos en Limarí, los manejos agronómicos se hicieron fijándose en los productores sureños y, en particular, las estrategias de poscosecha se aplicaron a imagen y semejanza de lo que se hace, por ejemplo, en las regiones de O’Higgins y Maule. “La gran diferencia con lo que hacíamos hace unos años, es que hoy a la poscosecha le damos mayor importancia, prácticamente al mismo nivel que le damos a los árboles en la precosecha”, afirma el ingeniero agrónomo, Jorge Astudillo, gerente de producción de Valle Arriba SpA, una empresa que se dedica a la producción de cerezas en Tabalí, Ovalle.
Y eso significa cumplir con los todos los manejos del cultivo, particularmente con los programas nutricionales, que se establecen de acuerdo a los rendimientos productivos y a través de análisis foliares de poscosecha. “Una vez concluida la cosecha, continuamos con el manejo nutricional. Una primera diferencia con el sur son nuestros análisis foliares, que los hacemos en noviembre”, precisa sobre un momento clave, que les permitirá hacer aplicaciones correctivas, sobre todo de elementos, que pudiesen ser deficientes tras la cosecha.
“Esa es la base”, afirma. “Y también el riego, claro”. Aunque hay algunos manejos que son consecuencia de lo que pasa cada temporada. Concluida la pasada, y debido a las olas de calor que afectaron a diferentes zonas del país a fines de 2022, debieron adelantar, por ejemplo, la aplicación de bloqueadores solares.
Para ello, han usado caolina y tierra diatomea. De hecho, la tierra diatomea la usaron por primera vez la temporada pasada en un sector del huerto, donde han presentado una buena consistencia productiva con muy buenas cargas frutales, incluso mejorando calibres. Esta temporada fue usada en todo el huerto. Lo hicieron con un doble propósito, “por un lado, para bajar la temperatura, por el efecto que tiene en el bloqueo del sol. Pero también por el efecto que tiene como barrera física y control preventivo de algunas plagas que pudieran encontrarse en la temporada estival en los cerezos como escamas, escolito y chanchito blanco”, explica el agrónomo sobre las aplicaciones que tuvieron un efecto igual de contundente que la caolina usada en temporadas anteriores.
Fotosíntesis
Ello, junto a la aplicación de algunos elementos combinados con bioestimulantes y un adecuado manejo del riego; tiene un efecto positivo en los árboles, permitiendo que mejore el desempeño del cerezo bajo condiciones de estrés térmico. “El objetivo es que los árboles puedan hacer fotosíntesis durante gran parte del día y permita que las plantas trabajen de manera más cómoda, entendiendo que tras la cosecha coincide el proceso de diferenciación floral”, sostiene, sobre manejos de poscosecha que terminan a fines de verano para poder generar la inducción de la dormancia.
Una estrategia como la que realizan en Valle Arriba no se hace de la noche a la mañana, y es algo que han venido validando con los años. “Al principio esperábamos que de forma natural se fuera expresando el otoño y como no siempre veíamos eso, realizábamos aplicaciones que buscaban la caída abrupta de las hojas a través de la aplicación foliar de urea y zinc, que no siempre funcionaba como esperábamos. Gracias a un colega de San Fernando, quien en una visita al huerto me sugirió que probara con un producto que tal vez podría ayudar a mejorar el proceso de caída de hojas, fue que supe de un corrector foliar quelatado y complejado con aminoácidos que contenía entre otros elementos, molibdeno. Lo probamos y posteriormente pasó a ser parte de nuestra estrategia”, explica Astudillo, sobre un cambio de manejo que provocó una caída más ordenada de las hojas.
Tras ello, se buscaron productos más específicos a base de molibdeno, que permiten la translocación de los elementos asimilados que se pueden llevar hacia los centros frutales y las ramillas. “Entendemos que en parte esta estrategia nos ha permitido arrancar de mejor forma en las temporadas con poco frío invernal, las reservas han sido suficientes para sostener importantes cargas frutales tempranas, a inicios de primavera, con una escasa participación de hojas”, explica. Las aplicaciones de molibdeno son importantes para generar los signos de otoño que esperan en el huerto.
Astudillo analiza que, si logran generar una buena inducción de caída de hoja y una dormancia ordenada, incorporando el máximo de asimilados como reserva, independiente de cómo haya estado la acumulación de frío invernal, podrán partir una temporada de buena forma. “Sabemos que la primera etapa de desarrollo de las frutas se hace sin hojas y dependerá netamente de las reservas que hayamos podido juntar”, precisa el gerente de producción de Valle Arriba SpA, que en la campaña 2022/23 inició su cosecha en la semana 43, el día 24 de octubre, una semana más tarde que en la temporada 2021/22.
“Las condiciones climáticas fueron menos favorables”, dice, sobre un resultado final que se saldó con la producción esperada en una cosecha que fue más corta (diez días, terminando el 16 de noviembre) que la temporada anterior y que implicó tener una mayor concentración de fruta las dos primeras semanas, coincidiendo con los mejores precios y en una fecha que, en zonas del Valle Central, ya había Royal Down y Santina bajo túnel que estaba siendo cosechada. “Si bien el precio de estas es mayor, los valores que recibíamos desde China por nuestra fruta prácticamente eran los mismos de la temporada anterior”, subraya.
Fuente: Red Agrícola