Cómo medir la eficiencia productiva de los cerezos

El investigador Óscar Carrasco, explica los criterios que utiliza para medir la gestión de los huertos y su desempeño productivo. Su primera recomendación para determinar cuán competitivo es un huerto es asignar todos los costos productivos solo a la fruta objetivo y, por supuesto, orientar todos los manejos a lograrlo.

En un negocio en que los precios del producto en el principal mercado de exportación van perdiendo su atractivo, a medida que sube el porcentaje de embalaje, en las categorías de calibre más grande de la fruta los retornos de la cereza van recuperado su encanto. Pero si, además, esos mejores calibres se logran manteniendo o bajando el costo por kilo embalado, entonces el negocio recobra toda su belleza. Así lo detalló el investigador de la Universidad de Chile, Óscar Carrasco, en el artículo publicado en Cerezos Chile.

Al mirar la situación productiva de un huerto de la variedad Lapins en el que, siguiendo el criterio de Carrasco, se le cargan todos los costos a la fruta de 28 mm hacia arriba. La fruta objetivo. “Al asignarle todos los costos solo a esa fruta, en la medida en que exportamos más cajas con cerezas de esas características por hectárea, se va reduciendo el costo de producir un kilo de la fruta”, explica el especialista.

Para el presente ejercicio se asume un costo directo máximo de dos dólares por kilo. “No nos permitimos subir de ese nivel umbral de costo directo por kilo, pero para que se cumpla ese objetivo -la fruta que embalamos-, en más de un 70%, debe alcanzar calibres de 28 mm hacia arriba”, señala Carrasco.

Según el investigador, los productores deben efectuar podas muy agresivas en vistas a alcanzar, en términos de calibre, los niveles de productividad que se han impuesto como meta. En los costos directos corresponden a US$14.400/ha, para una producción enviada a packing de 12.000 kg/ha. “En el ejercicio comparamos la situación de tres productores, uno que embala el 60% (de fruta de >28 mm), otro que alcanza un 70% de fruta embalada de esas características y un tercer productor que consigue embalar el 80% de la fruta que produce (9.600 kg/ha). Lo que se aprecia es que quien logra embalar el 80% de su cosecha, con fruta por sobre 28 mm, tiene un costo de US$1,87 por kilo, en tanto que el que embala un 70% enfrenta un costo productivo de US$2,14/kg, pero para el que solo logra exportar un 60% de su fruta el costo por kilo se le va hasta los US$2,5.

En la tabla 1 se puede observar los parámetros, por variedad, que permiten definir el nivel de poda invernal para regular la carga de modo de alcanzar el objetivo principal de obtener frutos de 10 g hacia arriba.

“En la tabla se aprecia el porcentaje de cuaja esperada por variedad cultivada, la carga frutal (frutos/centro frutal), la productividad en gramos por centro frutal, así como la productividad por centímetro cuadrado de área de sección transversal de rama. Esa es la base paramétrica que utilizamos en la actualidad para definir la regulación de la carga en los huertos”, explica el asesor.

La razón de que se verifique una variabilidad tan grande, por ejemplo, en los casos de los rangos de 100 a 250 o desde 100 hasta 300 g, es que la variedad puede estar injertada sobre diferentes patrones. Esto ya que, además de las características de la variedad en sí, los patrones son otro factor determinante en la mayor o menor capacidad de carga.

Por ejemplo, Colt, CAB 6P y Maxma 60 aportan el rango menor de productividad por centímetro de rama (entre 100 y 200), pero como desarrollan árboles más grandes, estos producirán más kilos de fruta. En el otro extremo, los portainjertos Gisela 5 y Gisela 6 presentan un rango mucho más amplio de productividad, de entre 100 y 300 g.

“Es un rango tan amplio porque éste depende del vigor y, particularmente en el caso de los Gisela, que son patrones más débiles, el vigor -además- cambia en función de las diferentes condiciones de suelo -aun con el mismo portainjerto-, por ejemplo, cuando se cultiva en un suelo trumao de la región de Los Lagos o cuando se cultiva en un suelo calcáreo del valle de Aconcagua. En función de esto la productividad será tremendamente variable”, apunta Carrasco.

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