Estudio: Sabor, aspecto y niveles de pesticida se imponen a la edición genética en las pruebas de consumo de uva de mesa

Un nuevo estudio muestra que el sabor, el aspecto y los niveles de pesticidas son consideraciones más importantes que el hecho de que las uvas hayan sido producidas mediante edición genética.

La investigación fue dirigida por la Universidad Estatal de Washington, y muestra que los consumidores estadounidenses se preocupan más por el sabor que por la edición genética a la hora de seleccionar uvas de mesa que llevan a su hogar.

En el estudio, publicado en la revista PLOS One, se encuestó a más de 2.800 personas de todo EEUU para ver hasta qué punto aceptaban las uvas de mesa editadas genéticamente, aunque todavía no hay ninguna disponible en el mercado.

A la mayoría de los encuestados les importaba más el sabor de las uvas, seguido de su aspecto, que cómo se habían desarrollado. Los participantes también situaron en tercer lugar la preferencia por menos pesticidas, y sólo en cuarto lugar expresaron una ligera preferencia por las uvas creadas de forma tradicional frente a las modificadas genéticamente.

“En general, lo que más les importaba era el sabor, los atributos relacionados con el sabor”, afirma Karina Gallardo, profesora de economía de la WSU y autora del estudio.

“Afirmaron querer una reducción del precio de la edición genética, pero la diferencia no fue estadísticamente significativa, lo que significa que básicamente les era indiferente”.

Más de la mitad de los participantes en la encuesta dijeron que conocían la diferencia entre la tecnología de edición genética CRISPR y la modificación genética, que consiste en combinar genes de diferentes especies, aunque no pudieron precisar cuál era exactamente esa diferencia.

Para comprender mejor las respuestas a la encuesta, los investigadores dividieron a los participantes en cuatro grupos en función de su nivel de aceptación de la edición genética.

Descubrieron que un grupo, que representaba al 22% de los participantes, era el que más aceptaba la edición genética, estaba más informado y confiaba en muchas fuentes de información, siendo las fuentes científicas las más valoradas.

El grupo que rechazaba más enérgicamente la edición genética, que representaba alrededor del 16% de los encuestados, era el que menos sabía sobre la tecnología y confiaba poco en cualquier fuente de información, incluidos los científicos, el gobierno y los medios de comunicación. Mientras que los otros dos grupos mostraban un rechazo leve o moderado a la edición genética.

En EE.UU. se venden muy pocos alimentos editados genéticamente, y actualmente ninguna uva de mesa editada genéticamente. Pero se espera que aumenten las solicitudes para comercializar productos alimentarios editados genéticamente.

Según Gallardo, esta tecnología se convertirá en una herramienta cada vez más importante para que los productores puedan satisfacer la demanda de alimentos, especialmente ante el cambio climático y el consiguiente aumento de plagas y enfermedades de las plantas.

“No podemos confiar en las tecnologías de fitomejoramiento de hace 30 o 40 años para conseguir las mejoras que tanto necesitamos ahora”, indicó. “La gente debe saber que esta tecnología es segura. La edición genética se ha desarrollado en el mundo académico, por lo que todo es transparente. Publicamos todo lo que hacemos. No se oculta nada”.

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